- Aug, 01/2019
Aquí va un pantallazo desde la óptica de Lucas... pero próximamente Adrián nos ofrecerá el verdadero relato de los protagonistas en la pantalla grande... o de youtube
Mis
estimados, recién he podido recuperar el aliento para hacerles llegar el
racconto oficial del fin de semana del 20 y 21 de Julio.
Después de
la experiencia del año pasado ciertamente pensamos en nunca más volver a
hacerlo pero como bien argentinos que somos la nostalgia maquilla la memoria y
volvimos a votar con la camiseta (cada uno resérvese las comparaciones). Y una
vez más, matemáticas al margen, nos sentimos ganadores.
El clima
acompañó en la doble jornada para que el público, tan sufrido de la sed,
buscaría alivio en un buen mate frío con yelo y limón. Sí señor, si creían que
la birome era el gran invento argentino, Paula, con un poco de yerba reescribió
la historia, dejando su huella en el Fusion Festival de Surrey.
Pero
gastronómicamente hablando también Sebastián sorprendió con sus empanadas
veganas que resultaron exquisitas (yo fui uno de los afortunados que pudo
probar una antes de que volaran, aunque reconozco que por error ya que creía
que se trataba de la tradicional salteña) y Gonzalo le puso su toque personal a
sus lomitos adobándolos con salsa de The Keg. Y bueno, somos argentinos pero
hablamos y vivimos en spanglish y a veces hay que ponerle amortiguadores a la
argentinidad para adaptarla al gusto surreyño.
Yo como era
el mayor, jugaba de líbero y hacía sociales para darle un descanso al equipo
cuando el público trataba de evitarme. Igualmente compensaba en labor y encanto
con Sofía e Isabella, mis hijas, que fueron a darnos una manito.
Pero si
bien estuvimos 3 días a full, ya esta improvisación recorrimos con la
experiencia pasada, y con la tranquilidad de que hiciéramos lo que hiciéramos,
público íbamos a tener. (Paula y yo nos tomamos el viernes para ultimar la
fórmula del mate y al final coincidimos que agua de la canilla era lo mejor).
Así que el
viernes lo dedicamos a buscar tapas para empanadas, matafuegos, equipo de
sonido y BBqs (parrilla en gringo), comprar yerba, hacer pastelitos y
pastafrolas con dulce de batata y membrillo de un importador avezado en marcas
pindonga y cuchuflito. Como no escatimamos en gastos, nada de alquilar, le
tomamos afanada la Weber 3200 (una especie de Nimbus 2000 pero a gas) a John,
un australiano que sabíamos que no la iba a usar el fin de semana. Entre vuelta
y vuelta, y apuros la Nimbus/weber salió volando de la camioneta y nos quedamos
con los restos. Pero como bien argentinos, con tremendo dolor y el mate bien
alto, se la repusimos a John (la parrilla).
Pero si en
el relato uno se va al pasto, en los hechos, sobre el mismo césped montamos la
carpa cultural con la ayuda de Agata, Silvana y la gran revelación de los
recientemente arrimados al fogón vancoureño, fue la voz Luciana y la guitarra
de Marcos, que por supuesto no la pudimos enchufar a la consola que había
comprado en el apuro el viernes ya era para guitarra eléctrica y no acústica.
Al menos no tuvimos que averiguar si los matafuegos que compramos eran los
apropiados.
También
debemos destacar la visita de Natalia, que a pesar de sus memorables y famosas
frases a las que nos tiene acostumbrados no es ninguna boluda. Vino acompañada
con su genial familia, literalmente hablando. Pues si Natalia le cuenta las
vueltas al ventilador, su consorte no sólo acelera en las curvas sino que es
campeón de carreras cuesta abajo, reitero, literalmente! Ni hablar del niño
genio Camilo o de la princesita Anastasia que se portaron recontrabien a pesar
del calor.
Así, luego
de escuchar por una cabeza, Sebastián nos relató lo que pasó por otra cabeza, y
cómo a fuerza y gracias a ser un cabeza dura, llegó a poseer varias patentes en
su frente (siempre literalmente, de los coches que se lleva puestos en picada),
y también es titular de varias patentes de invención, obviamente de bicicletas,
enteras y por partes (si las habrá roto…).
Silvana
también trajo sus miles de libros que tiene sobre su espalda (literal y figuradamente),
destacando la versión idiomáticamente capicúa de “Porcia caso” y “Justin Case”,
el último best seller de todo niño que se precie de leer spanglish.
Lucila quiso
venir a probar sus alfajores, riquísimos bañados de chocolate blanco o negro,
pero cuando llegó Bernardo le tuvo que comprar un chori de consuelo pues los
alfajores se agotaron rápidamente.
Y para
cerrar esta historia finalmente quiero destacar y agradecer a toda la familia
Clinaz que siempre apoya a los argentinos haciendo patria, a mi amigo/sobrino
Lucas y su allien que alegró el día, los chicos del futbol, esposas y novias
(Juli y Nati) y los tortolitos de siempre, como esta parejita de paso en
Vancouver que andaban de la manito y a los besos escondiéndose atrás de las
carpas, Rodolfo y Silvia.
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