- Apr, 15/2018
Toda la cuidada palabroteca desapareció con una lágrima. Qué lindo fue recibir esa llamada de mi amigo, que alguna vez fuimos hermanitos, de esa gran persona que no tiene tiempo para Facebook porque vive la vida en tiempo real.
Mientras
almorzaba el otro día, mi mente divagaba en los beneficios colaterales de contar
con mi amigo Facebook a quien acariciaba entre bocado y bocado. Cuando allí
escribo, digo lo que quiero, cuando quiero y de la forma que se me canta, y todos
están allí, escuchándome, acompañándome. Pensaba que le podía decir lo que se
me antojaba y que a lo sumo iba a recibir un dedo para arriba o para abajo, y
que a diferencia del dedo central que recibo en mi vida off-line, esos dígitos no
me obligan a ninguna acción o respuesta, ni me dejan ninguna huella.
Un tipo que
lucía autoridad y aire filosofal se sentó frente a mí en otra mesa. Mis
pensamientos desembocaron en la afeitada matinal para concluir que nunca pude
ocultarme luciendo barba, ni anteojos oscuros, aunque ello me hubiera resultado
social y económicamente redituable. En aquellos años, cualquier idea me parecía
buena por el hecho de haberla generado, o tan sólo de haberla adoptado, y
pagaba caro por ponerla en práctica, aunque fuera una locura o porque me
atraían las locuras. Pero con el pasar de los años el sólo hecho de que una
idea me pareciera buena, resultaba suficiente para buscar excusas y dejarla de
lado, pues me resultaba de los más soberbio tener que romper la seguridad de la
rutina por una agraciada ocurrencia propia o ajena. Y la mirada que otrora
brillaba de emoción con torpes ideas no podría luego disimular la más absoluta indiferencia
ante el plan más meticulosamente planeado: las ilusiones comenzaban a brillar
por su ausencia.
Pues 20
años son algo si son los primeros, no son nada si se trata de los segundos,
pero a partir de allí cada año pesa un huevo. Entre mis 22 y 42, nunca fui tan
eficiente, ordenado y certero como a partir de los siguientes, peor aún,
derrochaba todo lo que se puede derrochar y sin embargo contaba con la buena
suerte. Y a pesar de mi experiencia, que religiosamente me demostró ser un tipo
de suerte y que las cosas buenas me suceden si planearlas, hoy le esquivo y le
pongo reparos, pues significa la admisión de un error de cálculo, vivir con la
incertidumbre de no controlar los resultados.
Lamentablemente
habiendo pagado caro por espejitos de colores y vendido baratas grandes
soluciones, uno se vuelve reacio e indiferente a las oportunidades simplemente
porque le esquiva el bulto a la buena suerte, prefiriendo ostentar el remoto
control de su existencia y televisor, y ver la vida de los jóvenes comiendo
pochoclo y tomando cerveza.
¡Cuántas
pelotudeces uno puede pensar en media hora, saboreando un bacon-gouda sándwich con
gusto a caliente y a papel pegado!
Hoy a las 6
de la mañana me despertó una voz que desde Argentina decía cómo andás hermanito!
Me llevó unos segundos descartar la idea que Facebook fuera mi hermano, y me
tuvo que decir su nombre para reparar en que me llamaba un amigo de verdad, que
usaba sus dedos sólo para sostener el teléfono, y su voz para decirme aquí
estoy, como siempre, y te siento cerca.
Toda la cuidada
palabroteca desapareció con una lágrima. Qué lindo fue recibir esa llamada de
mi amigo, que alguna vez fuimos hermanitos, de esa gran persona que no tiene
tiempo para Facebook porque vive la vida en tiempo real.
Hay un
concepto que encierra la palabra inglesa “closure” que la traducción en español
requiere un poco más de esfuerzo que simplemente decir cierre. Un pasado que se
explica, sentimientos que se expresan, cabos que se atan, hechos que cierran el
círculo. Esto en general sucede cuando uno está de vuelta. Al carajo con las
closures, y aviso que por las dudas abrí un círculo nuevo, y me quedan asados
que compartir y anécdotas que contar cuando vaya a La Pampa a saludarlo, como
se debe, como se hace con los amigos.
No estoy tan
viejo como para dejar de aprender. He decidido aprender a hablar y aprender a
vivir, y como ejercicio todos los sábados llamaré por teléfono a un amigo. El campeón
que me despertó tiene un hobbie y mañana liderará Chapaleufú en la final en
Palermo. Gracias maestro/mostro/amigo/Alberto por llamarme. Y que te recontra
diviertas mañana!
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