Gaucho

Se acerca otro 10 de noviembre, un nuevo día de la tradición en homenaje a otro escorpiano, José Hernández, quien diera vida a nuestro emblemático gaucho Martín Fierro, un argentino con todas las de la ley.

Debido a particulares circunstancias, no he podido organizar un evento/ guitarreada como venía soñando y anticipando, y por eso les pido disculpas y les escribo hoy, por si alguien quiere tomar las riendas.

Como no podía ser de otra forma, quien mejor describe nuestra tradición es un personaje con cierto problema de identidad. Nuestro gaucho es un criollo con herencia española que cabalga y lleva una guitarra, pero que toma mate, sujeta boleadoras y posee más amor por la tierra y la libertad que por una querencia sujeta a normas de tiranos, y por tanto, deviene nómade y fugitivo. Pero sobre todo argentino antes de que existiera Argentina, lleno de sabiduría popular, con opiniones fuertes, apasionado por dar consejos, y sin atender a correcciones políticas.

Los argentinos somo complejos, como nuestro gaucho. A pesar de los beneficios que otorga ser un ciudadano simple siguiendo al rebaño, como argentinos siempre hemos preferido los complicados encuentros con la realidad a transar principios y quizás nos adaptemos a bajar la voz sin que ello implique dejar de vivir como pensamos, y de pensar a cada rato cómo vivimos. Habrá algunos que se mofarán que ignorante y argentino combinan las mismas letras, y habrá quienes también dirán “yo, argentino” para mirar hacia otro lado cual Poncio Pilatos, aunque estoy convencido de que lo dicen con falsa humildad, o ante la imposibilidad de cambiar determinada situación. Pero son expresiones que se usan en lugar de tragar saliva, de agrandados que somos, y no sin sentir angustia.

Es que el argentino es esencialmente sufrido y -como Fierro- agrandado en toreo ajeno. Al igual que la mayoría de nosotros Martín Fierro deambulaba buscando mejores horizontes pues para quedarse aquerenciado debía pagar un alto precio a autoridades que no lo representaban, que aplicaban la ley selectivamente. Un personaje que aprendió mucho de la vida de la manera más dura.

Estimados, somos un grupo que nos une algo más que los colores de nuestra bandera, el fútbol o las comidas típicas: siempre hemos sido gauchos los unos con los otros. Aquí en Vancouver no se necesita promocionar que somos un país de buena gente como en el país que dejamos, en el cual, lamentablemente, si bien la mayoría es buena gente, la situación general e intereses particulares han instalado una grieta que hace que se lleve al extremo de la paciencia, donde sólo se trata de sobrevivir, incluso a veces sacando lo peor de cada uno.

Los que estamos aquí queremos a nuestra patria y a nuestras familias y amigos que quedaron, pero ninguno tuvo miedo de hacer un cambio y un sacrifico por un mejor porvenir. Somos aventureros, trabajadores y apreciamos las virtudes de un país en que “orden y progreso” no es un slogan de la bandera, pero no dejamos de ser argentinos.

Nuestra camiseta y nuestra bandera es la Argentina. Por ahí se nos filtra alguna palabrita en inglés en nuestro vocabulario, decimos atender en lugar de asistir, pero bueno, el spanglish será nuestro defecto común, nuestro mal necesario… pero lo que sería realmente devastador no es perder algunas palabras sino la cultura y me temo que eso les puede pasar a nuestros hijos si estamos enojados o frustrados con nuestro país y pretendemos negar nuestras tradiciones.

Alguien preguntó en el grupo ¿qué es lo que me define cómo argentina…. ¿Si no me gusta el mate, si no me gusta el fútbol? Una pregunta muy legítima y desde ya que esa chica no es indiferente y está buscando su argentinidad. Yo estoy orgulloso de ser argentino y creo que es porque he conocido argentinos excepcionales, porque he compartido una sobremesa en familia y porque tengo unos amigos de Fierro.

Cuando era chico, la única vez que respondí con certeza a la pregunta ¿qué te gustaría ser cuando seas mayor? fue a la salida de un teatro al que mis padres me llevaron a ver “Los Fronterizos”, y le contesté inmediatamente a ese señor, “cuando sea grande quiero ser Fronterizo”. Y más allá que soy fronterizo en muchos aspectos, hice honor al refrán popular “serás lo que debas ser, o serás abogado”.

Y por graciosa (o triste) que parezca la anécdota, si seguir tu vocación es lo que te hace feliz, pues la mía no era errada: Puedo pasar años sin visitar Argentina, puedo albergar cuantas razones existan para ser el más canodino del mundo, pero basta escuchar una canción de folklore de mi época (Los Fronterizos, Los Chalchas, Los Cantores del Alba, Los del Suquía, Cafrune, etc) para transportarme inmediatamente a la soledad de los senderos de un cerro, montando un caballo al caer de la tarde, inmerso en mis pensamientos, sintiéndome pleno y feliz.

Feliz día de la tradición anticipado!!



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