Feliz día del niño para los niños y para los que se resisten a envejecer!
Los chicos se juntan los domingos a las 10 y
se arma el picadito. Yo puse el despertador 7:30 por las dudas, aunque para
entonces ya me estaba tomando el segundo café. Sin embargo, la sensación de
cansancio es permanente, incluso cuando estoy dormido. No sólo veo borroso sino
que también pienso en 3D, como si hubiese desayunado cerveza en lugar de café.
Pero, hoy no iba a ser el día en que dejara también de jugar al fútbol. Leí las
noticias en el Ipad más por costumbre que por interés ya que las novedades sólo
las encuentro en artículos científicos que no aparecen entre los pop ups. Pasé
al libro de ocasión (dicen que la ocasión hace al ladrón y éste me lo afané de
la casa de mi jefe en Okanagan el pasado fin de semana). Me dí una ducha. Volví
a empezar, inhodoro, Ipad, facetime con la familia en Argentina. Desodorante, voltaren,
hielo en gel, vendas, rodilleras, tobilleras, faja, ropa negra para que no se
noten los kilos, sinutab y gotas de la nariz para respirar mejor, y … me
faltaba algo. Pasé por el super y completé el combo con un red bullshit -y de
paso compré un Corte C de Vistalba en la Liquor Store de al lado- y listo.
Estaba hecho un pendejo. Llegué a las 12:00 y jugué al arco hasta que
terminamos a la una. En el interín me tomé una Gatorade, me comí una banana y
sólo tres goles…. Postergué mi retiro para más adelante, quizás este jueves….
No es que
sea pretencioso en la lista de cosas que quiero hacer que se pueden contar con
una mano y casi con un muñón, pero con lo que no contaba es con incrementar
siempre la lista de cosas que dejo de hacer. El dolor no es una excusa. No soy
profesional y ni siquiera fui alguna vez bueno por lo tanto tan sólo debo
participar y cubrir las apariencias. La vergüenza al papelón (y cualquier otra)
ya la perdí cuando rendí introducción al derecho.
Quizás
algún día pueda aprender a usar la BBQ y ocupar o compartir el lugar del
Máquina y sumar un ítem a mi lista de las cosas que todavía puedo hacer. En
estos momentos en que la visión me falla tengo que aguzar el ingenio para poder
observar y comprender lo que está pasando ya que no me pasan muchas cosas, sólo
me pasa la vida. Casi con seguridad puedo predecir lo que me va a pasar y saber
que no va a ser nada extraordinario, y por esa maldita predisposición tiendo,
como defensivamente, a olvidar más rápido lo que sé que seguramente olvidaré.
En un mundo de tantos cambios, me aferro cobardemente a lo más cotidiano,
intrascendente y mundano porque sé que mañana va a estar, y como si lo
extraordinario sólo reinara en las fantasías, me vuelvo más y más silencioso.
El otro día, se estacionó un guardia de Fusion Security a mi lado, y luego de
saludarla y decirle que yo trabajé allí durante un año y medio, no me pudo
venir a la cabeza ni un solo nombre de un jefe o compañero para mencionar.
Todavía me acuerdo las patentes de autos que estacionan usualmente en
determinado lugar como también los números de parking lots, pero no soy capaz
de recordar nombres de personas que ya sabía desde el primer día que pasarían.
Como el
diablo, por viejo he aprendido varias cosas, pero a los casi 49, lo único que
no puedo aprender, es a ser viejo. A pesar de la insuperable paradoja que
implica que me siento un boludo haciendo cosas de pendejo, al mismo tiempo que
me siento un boludo, adoptando la postura del sabio o superado adaptado a su
edad. Pero soy consciente que, si pido consejo, nadie en su sano juicio me va a
decir: lo mejor está por venir. Haciendo un paralelismo, una vez le consulté a un
peluquero (otro de los ítems que ya no están en mi lista) cuando mis entradas tomaban
pista, y sentenció: ¿Querés verte con pelo dentro de 10 años? … sacate una foto
ahora.
Si le
hubiera hecho caso, tendría otra foto para llorar. En lugar de eso guardo
silencio. Diría Groucho, “siempre es mejor lucir como un viejo boludo, y no
despejar definitivamente las dudas moqueando por ahí”, pero lamentablemente más
allá de mis sueños, ansiedades, enigmas y especulaciones que vienen con las
décadas, no lo logro asumir con entereza y dignidad, estoy hecho un viejo
choto: el otro día lagrimeaba escuchando La flor de la canela porque me acordé
de mi mamá cantándola.
Mi círculo
se va cerrando, y no me refiero a los datos de la cédula, la pelada, la mala
visión, la mala memoria, la mala visión, los dolores, la mala visión (esta es
otra, es la que me devuelve el espejo, tan viejo choto no estoy). Me refiero a
que cada vez me importa menos aprender las reglas de convivencia.
No por
metódico y por aprender del recato canadiense me voy a dormir temprano, no tomo
alcohol (a no ser el que viene en vino) y como menos, sino por viejo y por
miedo a las consecuencias (quien se quemó con leche ve una vaca y llora), pero
no estoy tan viejo como para clasificar los pajaritos o ponerme a ver el canal
del tiempo (a no ser por la presentadora) y todavía me gusta pasar tiempo con
amigos. Y todavía disfruto. Es más, disfruto de cosas que se me hubieran pasado
antes. Hoy la sorpresa está en los detalles.
Y finalizo
contándoles un detalle que me dejó contento: Después del futbol de los jueves
viene el asado y la cervecita. Estaba sentado, disfrutando de la noche, los
amigos y el sándwich. Y se me acercó un amigo, (que a la vez es el hijo de un
amigo) que en la cancha deja mucho que desear (todos desean que juegue en su
equipo) pero que todavía es mejor persona que jugador. Pasó y me dio un abrazo
y me besó la mejilla, de amigo nomás. Un pendejazo, un orgullo, un grande. De
tal palo tal astilla (no lo tomen literal). Eugenio, una máquina, Pablo, un
grande.
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