Esta es una historia inconclusa, que encierra un misterio que aún no puedo resolver....

Puntualmente llega a Coquitlam a las 8:08. La gente lo está esperando siempre posicionada en tres hileras paralelas a lo largo de sus 8 vagones: las dos primeras adyacentes a la zanja de las vías, luego un espacio por el cual transitan los que van llegando, y la tercera contra la baranda posterior del andén.  Como si tomaran el tren con la incertidumbre de la primera vez, se produce todas las mañanas un atropello en los embudos hacia la puerta, en donde se escuchan alternativamente excuse me, bitch y sorry, prueba de la función lenguaje que poseen los zombies más avanzados.

Al igual que todas las Pascuas en que el domingo se produce milagrosamente la resurrección -que saberlo nos hubiera evitado tanto dolor y desesperación-, en nuestra estación sucede lo mismo, porque pasados 15 segundos (del minuto y medio que está parado) ya todos abordaron el convoy, y se renueva el milagro de la distribución: todos consiguen sentarse en el mismo asiento que el día, mes y año anterior, y quedan vacantes exactamente los de la gente que se subirá en Port Moody.

Ya acomodados en sus respectivos asientos y debidamente conectados, abstraídos ya de ese odioso paisaje de pinos y lagos, cuando ya los ojos reflejan likes, comidas y gatitos como si fueran una extensión de la pantalla conectados por el índice, como todos los días, meses y años, mi mirada se fija en ella, tratando de escudriñar su historia.

La dama de negro (lo de dama es sólo un upgrade poético por ser la protagonista de esta historia pues en rigor de verdad, sería más fiel a mi impresión de los hechos si simplemente constatara “la vieja de negro”) sobresale del resto. Y no resulta la excepción por ser la única viejita en un tren que no viajan niños, viejos o personas, sino recursos con ciertos alardes de humanidad cuando suben o bajan del tren. Ella no es una abuelita de entre ochenta y noventa disfrutando de sus últimos años.

Me gustaría pensar con algunos otros “qué linda debe haber sido esa mujer” de ojos verdes que a esta edad todavía no usa bastón, y viste y anda con elegancia, pero no sólo hay algo que no está bien en la frase que juzga por las apariencias, sino que en este caso hay algo que no encaja.

Pero si hay milagros que son cosas de todos los días, por qué ella no está en paz, por qué ella no tiene closure, y por qué tiene tanto miedo de descansar en paz, todavía me resulta un misterio.



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