El Barco
  • Feb, 18/2018


Seguimos abordando las letras de Alexander....

28 June 2011 at 07:43
En algún momento, antes de subir, fui joven. Corría libre, despreocupado. No sé si fue el barco lo que me hizo dejar de serlo, pero mi vida cambio cuando subí, eso es seguro.
Era mi cumpleaños número 23, pero para mi sorpresa el regalo fue no poder entrar más a mi casa. Impulsado por la necesidad vague por las angostas calles hasta que él se me acerco. “La oportunidad de tu vida” dijo. Y también, como no lo voy a escuchar, estando tan desesperado como estaba. Dormir en la calle no es dormir, es apretar un ojo con fuerza mientras el otro está entrecerrado, por las dudas, en caso de no estar solo. Eso no es dormir, eso es paranoia pura. Más tarde te quedas dormido y te despertas  con frio, sin la frazada que te dieron en el refugio para los desamparados.  ¿Porque no fui a lo de algún amigo? Se preguntaran… La respuesta es tan simple que no tengo ni que decirlo. ¿Porque más podría haber aceptado un trabajo en un barco? Para irme, irme de una ciudad vacía, vacía de familia, vacía de amigos, vacía de espíritu. ¿Porque el barco? Agua… pensé que en el agua iba a ser libre. Pensar, eso me metió en más problemas de los que me sacó. El trabajo era simple, ir de puerto en puerto. Mercaderías aquí mercaderías allí. No estuvo mal en un primer momento, luego llegó ese encargo, cruzar el océano en un velero. ¿Cómo puedo decirle que no a eso?  De haber sabido que mi intuición siempre me indicaba lo opuesto a lo que debía hacer no lo hubiese hecho, demás está decirlo. El barco estaba compuesto de unos seres tan extraños que no se si fue todo mi imaginación o que.  Mason o El Capitán, Un loco de la gorra, paseaba por el barco usando nada más que un parche y no en el ojo, decía que si no podía sentirse como en su casa entonces no era su barco. Silinder, un morocho que según entendí se estaba escapando de unas deudas que tenía con algunos apostadores, le decían así porque… no sé porque. Creo que tenía algo que ver  con un encuentro sexual, de alguna forma las mujeres eran moneda corriente, no me pregunten con quien ni cómo fue el encuentro de Silinder, no creo querer saberlo. Después estaba Margot, un misterio de mujer, silenciosa y puntiaguda, como un alfiler de esos que te clavas por no ver con atención.  Tenía el pelo largo y negro, unos ojos saltones.  Alta, fina y no solamente físicamente.
El acceso no me estaba garantizado a todo el barco, había un sector al que solo Margot o El Capitán podían entrar. De momento no me imaginaba lo que había detrás de la puerta. Pero supongo que viendo al barco como un todo, tampoco era tan difícil de imaginar.  Durante las noches El capitán y Margot se iban tras la puerta roja, yo me quedaba o en mi camarote escribiendo, o bien tomando ron casero con Silinder.  No solía quedarme hasta muy tarde, el barco demandaba mucha energía y era menester descansar adecuadamente. Por lo general el agua me acunaba hasta el sueño, un sueño tan profundo como el océano mismo, me mecía de un lado a otro, era hipnótico, si hay algo que voy a extrañar del barco, es el sueño. No es fácil vivir encerrado en cuatro paredes de aire.  Pero supongo que el encierro siempre fue algo mío.
No les voy a mentir, no tarde en darme cuenta de la verdadera función del barco. Pasábamos la mayoría de los días navegando pero los días importantes para el Capitán eran aquellos en los que no nos movíamos. Otros barcos se acercaban al nuestro, algún que otro señor con traje y excesivo olor a perfume subía a bordo, El capitán y La  Madame  lo recibían, lo llevaban detrás de la puerta roja y horas más tarde este señor salía.  Hecho el trámite el barco se iba y luego nosotros seguíamos rumbo. Si me preguntan a mí personalmente yo creía que solo hacíamos delivery. Pero al parecer el servicio iba un poco más lejos que eso.
Después empecé a entender porque no podíamos acercarnos a más de 12 millas náuticas de la costa. Aguas internacionales, decía Silinder, el paraíso, el cielo y el agua, adonde todo está permitido, pero  alguien tenía que ir a buscar provisiones, alguien joven, alguien insospechable, alguien yo.  Lo único que me dieron fue una tabla de surf y un snorkel, “sos un turista” me dijo el Capitán. Silinder me acompaño en la primera vuelta. Mi primer reacción fue la de querer escapar, como siempre. Pero Silinder me hizo entrar en razón, esta es mi familia, me guste o no.
 
 
Disparador: Una foto familiar


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