Argentino
  • Jul, 04/2020


Los hermanos sean unidos porque esta es la ley primera.

Soy lo suficientemente argentino como para encontrar explicaciones perfectamente irracionales:

Si mi experiencia me dice que no existe argentino que haya cumplido una condena, he vivido lo suficiente como para saber que la condena al éxito sólo son declamaciones que se transforman frustraciones postergadas porque nos hemos olvidado de qué se trata nuestra estadía en esta tierra.

Y nos quedamos inactivos, inmóviles, con miedo a arriesgar, con el convencimiento que nada puede cambiar, con la amargura de haber perdido la inocencia, la esperanza. Y meditamos, y nos volvemos sarcásticos, introvertidos, y nos damos cuenta que el fer niente no es tan dolce si al séptimo día todavía no empezaste a separar la luz de las tinieblas. Creemos saber  qué tenemos que hacer pero dudamos de nuestras propias fuerzas, y nos volvemos críticos, escépticos, y esperamos fervientemente la derrota porque nos ubica en un lugar común, conocido, y creemos que nos duele menos si decimos como Inodoro “estoy mal, pero acostumbrau”.

Tan poco creemos en nosotros que en el fondo confiamos en que siempre va a venir un Maradona, un Messi que nos haga sentir los campeones del mundo porque la única esperanza es festejar desde la tribuna, como espectadores, porque así también el fracaso será ajeno. Debido a la creencia colectiva que como país no podemos salir adelante preferimos buscar culpables y chivos expiatorios que consenso. Pero tan exitistas somos que cualquier resultado nos queda chico, y siempre encontramos algún ejemplo foráneo para admirar, pues nos olvidamos qué significa ganar.

Nos volvemos fríos juzgando abuso el “negoción” de una mujer que no sabe como sobrevivir y queda embarazada una vez por año para acceder a una asignación y aplaudimos a sujetos que son capaces de acumular miles de millones (Bezos, Gates, etc) pues los resultados lo dicen todo.

Y la verdad es que estamos tan acostumbrados a comer sapos que ya los pedimos sin mirar el menú porque nos sentimos incapaces, casi como que lo merecemos. Pero sólo la vida de las corporaciones se trata de resultados. Las personas podemos disfrutar del camino, y más aun abriendo nuevas huellas. Cuando nos dejamos de comparar con otros y confiamos en nuestras fuerzas empezamos a disfrutar de la vida… Y cuando la tomás el gustito te das cuenta que los números son accesorios, y que ganamos mucho si además de argentinos nos volvemos humanos.



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